La calle Al-Mutanabbi, el tercer pulmón de Bagdad

Irak trabaja día tras día en su propia reconstrucción. La ciudadanía quiere dejar a toda costa casi dos décadas plagadas de violencia y seguir adelante. Pero un proceso así no es nada fácil, mucho menos si los rastros del caos que dejó la invasión de Estados Unidos, la caída de Husein y los estragos del Estado Islámico siguen tan presentes. El ciclo de violencia en el que parece estar sumido este país hace pensar a cualquiera que las puertas de la guerra siempre estarán abiertas.

En un contexto así, no es de extrañar que cuando cualquier occidental piense en el concepto “cultura” se olvide por completo de oriente próximo. No en vano, la pobreza nunca se asocia a la producción artística y de conocimiento porque con el estómago vacío es imposible pensar en otra cosa que no sea sobrevivir. Pero nada más lejos de la realidad.

Literalmente, este pueblo lleva sobre sus hombros el nacimiento de la civilización.

Circula por ahí un dicho muy sonado que reza: “Cairo writes, Beirut publishes, Baghdad reads”. Bagdad, la capital de Irak, siempre fue una referencia intelectual y cultural de oriente y una de sus calles era famosa por ser una librería al aire libre.

La calle Al-Mutanabbi es una arteria de esta capital en la que miles de artistas de todas las ramas, enseñantes, estudiantes y sapiófilos acudían a raudales para intercambiar sus ideas. Le debe su nombre a un famoso y querido poeta árabe que dejó hermosos escritos filosóficos sobre filosofía, honor y el coraje de vivir. Una estatua suya corona uno de los extremos de esta calle.

Caminar por ese lugar era ver una tupida alfombra de libros que se vendían sin censura a todo aquel que lo comprara. Imprentas, librerías que alimentaban el pensamiento crítico y cafeterías donde la gente se reunía para debatir y perpetuar la expansión del conocimiento. Era fácil encontrar poetas recitando sus obras en las aceras y música en directo. Un verdadero santuario al que llamaban el tercer pulmón de Bagbad.

Tras la invasión estadounidense de 2003, este lugar siguió funcionando contra todo pronóstico, como si de un oasis apartado de la violencia y la sangre se tratase. Pero esta tensa tregua se acabó una mañana de 2007, cuando un coche bomba detonó en plena calle. Se llevó la vida de 30 personas, dejó cientos de heridos de por vida y sepultó bajo escombros y cenizas todo el arte y la cultura del país. Desde luego, no fue de los eventos más sanguinarios que ha visto Irak, pero sí uno de los más significativos para la ciudadanía árabe. Hay quienes sostienen la teoría de que fue un ataque directo contra la libertad de expresión y la producción de conocimiento.

Uno de los emblemas que definían este lugar era el siguiente enunciado: Dejemos los libros sin supervisión porque los ladrones no leen y los que leen no roban.

Y es que por las noches los libros dormían al raso protegidos con bolsas de plástico por si la lluvia decidía aparecer, pero no se protegían contra el hurto.

De la noche a la mañana pareció que las voces incómodas permanecerían por fin silenciadas, muchas ideas críticas borradas y la posibilidad de cualquier tipo de cambio aniquilada. Pero el ser humano parece llevar la historia en la sangre por muchos traumas que puedan forzarlo a olvidar. Hoy en día, con la reconstrucción de Irak, la calle Al-Mutanabbi parece brillar de nuevo. Las librerías retomaron su actividad, así como las imprentas y las cafeterías. La gente sigue viniendo todos los viernes a llenar el aire de sus reflexiones y cuestionamientos, y los libros físicos se venden en abundancia.

Las ganas de crear

No cabe duda de que sea lo que sea que la violencia haya querido erradicar y enterrar, lo consiguió. Pero eso no exime la evidencia de que la sangre también sirve para escribir una nueva etapa, yesto el pueblo iraní lo sabe hacer muy bien. Es cierto que la situación política no es la más idónea para estar pensando en potenciar la cultura, pero a la ciudadanía parece no importarle demasiado la inestabilidad. Es como si el ansia de volver a expresarse con todo lo que tienen que decir alimentase el motor para sacar iniciativas culturales adelante. 

No hay fondos públicos destinados al arte de ningún tipo porque muchos líderes políticos y religiosos lo consideran actividades que no encajan del todo con el deber ser de su credo. Pero la producción cultural en Bagdad sigue viento en popa.

Qasem Sabti es un pintor iraní que salvó las obras que pudo de la quema del Edificio de Bellas Artes de la ciudad en uno de los primeros ataques allá por el 2003. La represión nunca fue suficiente como para hacerle olvidar su pasión. En 2018 organizó una exposición de artes plásticas en la que, contra todo pronóstico, tuvo que rechazar propuestas porque no cabían en la galería.

La cafetería más antigua de la calle Al Mutanabbi, Alshahbandar, sigue hoy en pie a pesar de que su dueño fue uno de los más afectados del atentado. Perdió a cuatro de sus hijos y uno de sus nietos, pero su determinación lo ha llevado a reabrir las puertas del lugar. Desde luego, no olvidará jamás la violencia que azotó su vida y la del resto del país, pero su compromiso con el conocimiento es muy grande.

Pero el miedo es el peor enemigo del progreso y las librerías de Bagdad parecen haberse tatuado esta idea en las entrañas. Son conscientes del poder que tienen y la amenaza que pueden representar para cualquiera que quiera imponer su punto de vista, pero eso no ha hecho que dejen sus puertas cerradas. De hecho, en 2018 Bara’a al-Bayatiabrió una nueva tienda de libros regentada por ella misma. Es una de las pocas mujeres en emprender dentro de este sector en Irak. Gracias a su amor por la literatura y sus ansias de contribuir a empezar de cero, decidió emprender este proyecto en el corazón de la cultura de Bagdad.

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