‘Revolución: 1. Libertad’, cómo contar la Historia para cambiarla

“Un pueblo y sus revoluciones: la Revolución Francesa, afortunadamente, ya no es un terreno exclusivo de los historiadores autorizados a contarla. La Revolución, y esto es lo mejor, no está olvidada ni muerta”. Así empieza el epílogo de Revolución: Libertad, el primer volumen de esta trilogía publicada en España por Planeta Cómics que contará el germen, desarrollo y desenlace en la señalada fecha de 1789.

Florent Grouazel Younn Locard han hecho un hermoso trabajo retratando la gestación de este punto de inflexión histórico, porque han sabido llevar a la práctica ese apartado de los libros de texto al que titulan como Causas de todo momento histórico importante. Al emplear el lenguaje propio de la novela gráfica para atrapar por completo la mente del lector en la literatura teórica, consiguieron fusionar las historias que hacen la Historia en una sola obra para ilustrar la teoría de los libros de texto. Y es que el cómic es lo mejor de los dos mundos del arte de las letras y de las imágenes y, con ello, sus consecuentes impactos cognitivos.

En pleno verano de 1614, el rey de Francia decide convocar los Estados Generales en un intento de sanear las cuentas del Reino y volver a subir los impuestos. Los notables de los Tres estamentos que conforman el Reino de Francia —clero, nobleza y Tercer Estado— eligen una asamblea de 1139 representantes para llevar a cabo esa reforma fiscal. Pero esto supone una crisis que trasciende la economía del reino. Todos los varones franceses mayores de 25 años se desplazan hasta Versalles cargados de protestas con pliegos cuyo contenido no hace solo referencia a los estados de cuenta.  Dirigentes que jugaban con el pan y paciencia del pueblo, salvadores que prometían palabras vacías. ¿Os suena?

Los argumentos de la Revolución Francesa

Pero más allá de las intrigas entre la Corte y la Asamblea, en el argumento se han entretejido las peripecias de personas del pueblo que viven su rutina en medio de este caos. Son los rostros anónimos y no tan anónimos los que enganchan la atención de quien se sumerge en estas 327 páginas. ¿Cansados de vivir momentos históricos desde el 14 de marzo de 2020? Seguro que Louise, una criada que no tiene absolutamente nada en la vida, pensaba lo mismo cuando se unió a las pescaderas de París. Y Marie, una pobre niña tuerta a la que la vida le arranca la inocencia a cañonazos y vive huyendo de la muerte en todo momento. O ese héroe usurpador que se coló entre la nobleza para dar sus primeros pasos revolucionarios, seguro que alguna noche cerró los ojos pidiendo no abrirlos más.

Las frustraciones de Lagrait a medida que su mundo de privilegios se viene abajo transmiten lo que toda persona contraria a la reforma sintió entonces. No hay punto de comparación entre lo que hace sentir un rostro desfigurado al anticiparse a las consecuencias de un cambio y una lista de conceptos de un plano libro de texto. Hay que admitir de una vez por todas que el ser humano, en la mayoría de los casos, se mueve por sus sensaciones y emociones, y la comprensión de los errores del pasado no es una excepción. Rostros, nombres, experiencias insertadas en grandes contextos que sin esos elementos están vacíos.

Revolución en imágenes

La riqueza de la narración viene acompañada de un estilo de dibujo atento a todo lujo de detalle que llega a rozar el exceso de trazo pero, lejos de entorpecer la lectura de las imágenes, concuerda perfectamente con todos los contextos visuales que se barajan en la obra: ideal tanto para momentos de revueltas en las calles y como para los salones de fiesta del Delfín Luís XVI.

¿Cómo aprendemos la Historia? Me hubiera encantado que mi profesor de secundaria me hubiera hablado de las consecuencias de la Revolución Francesa con ejemplos prácticos, vivencias de personas anónimas que pasaron por esos momentos. Más allá de que esas pequeñas anécdotas sean reales o no, la fusión entre la historia con mayúscula y minúscula hace que los conocimientos teóricos se lleven a la práctica, incluso sentados en un pupitre. Tal vez eso es lo que haga falta para que dejemos de tropezar con las mismas piedras. Al fin y al cabo, ¿quién garantiza que lo que se dice en los libros de texto ocurrió de verdad? ¿Cómo se comprueba la historia sino es con rastros de vidas anónimas? ¿Cómics para explicar Historia? Por favor y gracias.

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