Un mundo feliz, Aldous Huxley

Casi puedo escuchar las carcajadas de Huxley desde su tumba al ver cómo cómo vamos cayendo poco a poco en su trampa. Este libro es más bien corto, pero las 255 páginas de la edición de Debolsillo, son suficientes para abofetear la mente que cualquiera que lo lea. De antemano, hay que estar preparado para que todo lo que uno cree imposible en nuestro sistema de valores y comportamientos sociales, en el mundo que presenta este autor es una realidad tangible.

Cuando cerré el libro al terminar de leerlo, lo dejé a un lado y me quedé con la mirada perdida en la contraportada del mismo, donde aparece una foto de Huxley. «¿Qué acabo de leer?, ¿qué está pasando en mi cabeza?», fue lo primero que pensé. Luego, lo agarré de nuevo y dejé que las páginas volaran de un lado a otro ante mis ojos. Fue entonces cuando me di cuenta de la cantidad de frases que había resaltado mientras leía. Porque este libro está hecho para leer entre líneas y extrapolar ciertas cosas al mundo real.

La obra y el autor

Huxley echa una mirada al futuro desde su contexto histórico (1932) y presenta un mundo distópico donde los seres humanos salen de tubos de ensayo manipulados por ellos mismos y la sociedad fordiana se divide en castas perfectamente aceptadas. Todo el mundo tiene interiorizado la importancia de la existencia de cada uno de los niveles sociales y la idea de que todos deben trabajar para todos, solo así puede funcionar. El edonismo en su máxima expresión es la forma de vida, y las personas viven rodeados de comodidades y satisfacciones instantáneas. Las restricciones y los tabúes afectivo-sexuales que conocemos no tienen cabida en el universo de Huxley. Todo el mundo es feliz y cuando se presenta alguna situación de ansiedad, no tienen más que tragarse una tableta de soma, la droga por excelencia, para volver a la normalidad.

De esta manera, se presenta el placer y la satisfacción continua de los individuos como arma mucho más efectiva que la violencia y la represión que puede ejercer el poder.

Pero Bernard Marx, nuestro protagonista, es una excepción. Este señor no quiere drogarse cuando sus sentimientos se desbordan, no quiere sexo vacío y no quiere dar la espalda a su pensamiento complejo. Pero conoce a Lenina Crowne, una perfecta ciudadana por la que se podría decir que se enamora y debe lidiar continuamente con su forma de aceptar el mundo. En un viaje de pareja, deciden visitar la reserva al sur de Estados Unidos, donde vive un sector de la población mundial que no está en contacto con la hipnopedia y el sistema de valores imperantes. Ahí conocen al salvaje John, quien se enamora perdida e indiscretamente de Lenina y lo llevan a la civilización, en parte como prueba experimental, en parte como heroicidad autoimpuesta por Bernard.

Aldous Huxley (1894-1963) fue un escritor y filósofo que desarrolló una fuerte crítica social en sus trabajos. Nacido en Reino Unido y con una larga tradición intelectual familiar, estudió en las mejores academias británicas y se graduó en literatura inglesa en Oxford. Sin embargo, su sueño siempre fue estudiar medicina, pero por graves problemas que sufrió en la vista hasta casi quedarse ciego, tomó el camino de las letras, no en vano. Su padre, Leonard Huxley, fue un famoso biólogo, y su madre fue de las primeras mujeres en estudiar en Oxford. Más adelante, su hermano Andrew Huxley, obtendría un premio Nobel en medicina y él mismo sería un gran referente en el pensamiento moderno.

Crítica, soma y libertad

Durante los primeros años de sus vidas, las personas están sometidas a una especie de adoctrinamiento según la casta a la que están asignadas por cómo se ha configurado su genética. Por medio de grabaciones continuas que escuchan las 24 horas del día, aprenden e interiorizan el sistema de valores de la felicidad, amar el grupo en el que se nace y no pensar demasiado. Además, la educación sexual y afectiva se aborda desde la primera etapa de la vida fomentanto la promiscuidad enfocada a que el sexo se normalice como una actividad cotidiana más y los lazos afectivos y exclusivos no tengan valor alguno. No existe si quiera el concepto de maternidad y la sola idea de tener hijos propios es una herejía. En este sentido, el autor arremete contra la concepción de institución de la familia que tanto peso ha tenido a lo largo de los siglos que ha vivido la humanidad como civilizació gregaria.

La hipnopedia llega hasta tal punto, que cuando los personajes que acompañan a nuestro protagonista entran en contacto con sus razonamientos donde cuestiona todo, repiten como un mantra todas esas afirmaciones que escuchan desde que nacen.

Condicionamiento hipnopédico, Un mundo feliz.

La narcotización de la opinión pública está presente en todo momento de la vida de los individuos. Las actividades de ocio, como el cine, al que llaman «el sensorama», está plagado de material propagandístico y contenido que anula el sentido crítico, siempre en favor de lo que los valores del consumismo, la fácil obtención del deseo y la sensación de grupo que los interventores mundiales quieren transmitir a la ciudadanía para controlarlos. Es así como el amor por la humanidad se siente por todos lados, con todo el mundo satisfecho con su vida a pesar de que la libertad de pensamiento queda totalmente aniquilada junto con la individualidad. Si en algún momento la mente va más allá de lo permitido, ahí está el soma para que todo vuelva a la normalidad. Esta droga está tan normalizada, que la toman aunque no se encuentren en la situación anterior, y hasta la ciudadanía infantil la consume.
Solo un centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos -dijo el predestinador ayudante, citando una frase de sabiduría hipnopédica.

En este contexto, destacar de alguna manera se considera un peligro importante porque puede alterar el equilibrio que se consigue con todas las maniobras hipnopédicas. Por eso, desde las primeras páginas de la obra, todas las personas que se relacionan con Bernard lo juzgan mal y en cierto sentido lo excluyen. No es una discriminación activa, sino más bien una forma de ignorar su existencia para evitar enfrentarse a todas las críticas que hace continuamente contra la sociedad.

Choque de contrarios

Dato extra: el personaje de Bernard es una referencia a Karl Marx y el de Lenina a Lenin.

Bernard Marx es un un ciudadano Alfa-Más, con una inteligencia superior al resto pero que algo salió mal cuando lo estaban creando en el tubo de ensayo y su apariencia física no concuerda con la de su casta. Es de baja estatura y no obtiene el reconocimento que ansía del resto. Sumado a esto, él odia el soma, odia la indiferencia que le rodea y se pregunta continuamente cómo sería la vida con la posibilidad de expresar todo lo que lleva dentro ante alguien que lo escuchase y lo entendiera. Su inteligencia hace que el condicionamiento no tenga efecto en él y tenga un punto de vista mucho más crítico que el resto.

Sin embargo, estas inquietudes tienen una raíz muy emocional por sus enfrentamientos continuos con el rechazo de las mujeres y hombres, y en numerosas ocasiones se ve cómo el personaje sufre por ser como es y no entender su mala suerte. En un intento de protegerse de sí mismo y del mundo, se escuda en tras una capa de orgullo, mucha autocompasión y prejuicios. Podría decirse de alguna manera, que él cae en el mismo patrón que el resto de personas, pero desde el lado contrario. En ese sentido, la obra muestra de forma continua cómo las personas de desenvuelven e interactúan en función de las dualidades sobre las que cimientan sus temores.

Por otro lado, está Lenina Crowne, una ciudadana que encaja perfectamente en las exigencias de la hipnopedia y el soma. No cuestiona, es feliz con su vida y cumple muy bien con su trabajo de genetista en el proceso de creación de personas. Sin embargo, el personaje muestra cierta curiosidad ante Bernard, a diferencia de todas sus amigas que lo rechazan continuamente y la advierten. Ella sabe que es una persona incómoda, pero aún así se involucra con él. Así que se podría decir que hace cierto esfuerzo por entenderlo, si bien tal vez su motivación real sea «salvarlo» y reinsertarlo en la sociedad. Sin embargo, esta relación es un choque de visiones opuestas (otra vez referencia a la dualidad humana), que va a poner a los dos en situación de replantearse lo que están pensando. Lenina en particular, se ve ante un conflicto emocional con el comportamiento tan extraño para ella del salvaje John, que despierta en su interior ciertos sentimientos que ella jamás se habría planteado.

John es el otro personaje central de esta obra, representante de los «salvajes», hijo de una mujer que quedó atrapada en ese lugar cuando lo visitó con un compañero que tenía en aquel momento, que al final resulta ser un caballero bastante importante en la obra. El chico tiene la posibilidad de entrar en la sociedad fordiana de la mano de Lenina y Bernard, y con este brusco choque cultural con el que Huxley introduce explícitamente el grueso de la crítica a la «civilización normal». Con este personaje se hace un guiño continuo a Shakespeare, gran influencia en esta historia, y la cultura anterior al régimen de Un mundo feliz. John es un fanático empedernido del citado autor y nadie más que él lo conoce debido a que el arte antiguo es archivado y almacenado lejos del acceso de la ciudadanía, siempre con el fin de no despertar pasiones que alteren el equilibrio.

Recomendación personal

Sin duda es un libro que considero obligatorio al menos una vez en la vida, pero creo que es necesaria cierta disposición mental a considerar como posible todo aquello que en nuestro mundo no es posible o se considera un comportamiento incorrecto. A mí desde pequeña me gustaba pensar mucho en cómo sería el mundo del revés y siempre me ha gustado leer sobre universos de fantasía donde todo es posible, y aún así me costó un poco pillar lo que estaba leyendo hasta que superé las primeras páginas. Es un libro que hay que dedicarle atención y no rendirse aunque la primera impresión sea de no entender nada. Porque lo cierto es que, como diría un titular diseñado para el clickbait, ¡El final te sorprenderá!, con la diferencia de que esta vez sí cumple con la premisa.

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